Un viaje al Guainía, más allá de los Cerros de Mavecure

Un viaje al Guainía, más allá de los Cerros de Mavecure

Al finalizar el año siempre pensamos en viajar, en renovarnos como personas y darle un vuelco a nuestras vidas para comenzar el siguiente ciclo siendo mejores. En mi caso no hubo excepción alguna, quise terminar e iniciar mi año rodeada de animales, aire puro y vegetación en un lugar que con solo respirar su aire y sentir su textura, me llenará de energía, tranquilidad y amor. Así que decidí aventurarme a un destino recóndito pero lleno de historia y mucha naturaleza: Inírida, en el Guainía!. Aquel lugar que salió de su escondite gracias al éxito cinematográfico del “El abrazo de la serpiente” y mostró al mundo uno de los escenarios maravillosos de Colombia: los Cerros de Mavecure.

La idea del viaje, en principio, era conocer aquellos cerros imponentes y majestuosos que nos mostraron en la película, pero vaya que esto solo era un abre bocas de este territorio de muchas aguas. Cada paso que das por ese territorio te sorprende: su gente, sus ríos, su biodiversidad y por supuesto, su cultura que evoca nuestras raíces ancestrales e indígenas, que a pesar del impacto de la modernidad, aún conserva su sabiduría y tradiciones.

Este viaje inicio sorprendiéndome con la majestuosidad de sus aguas. A solo a 45 minutos de Inírida, encontré una laguna inmensa, la de Las Brujas. Cuando llegas y te detienes a observarla, aprecias su imponencia, ella simplemente te da un abrazo cálido, tan cálido como sus aguas y susurra historias que te transmite tu guía local, que en últimas, se convierte en el intérprete de ese lenguaje natural.

 

 

Ya en nuestro segundo día, el viaje al Guainía me sorprende por la belleza de sus ríos. Comenzamos nuestra travesía por el río Inírida, rumbo a la llamada Estrella Fluvial del Oriente. A lo largo del recorrido puede apreciar la belleza del río Guaviare al desembocar al Inírida y más adelante la unión del Atabapo y el Inírida, creando una división de colores majestuosa que iba de un café claro a un negro intenso. Unos cientos de metros más adelante me encontré de frente con el Gran Río Orinoco y pude sentir la pequeñez de mi existencia frente a la imponencia de sus aguas. En este momento creí que lo había visto todo pero faltaba más! Tomamos el Atabapo arriba y fuimos descubriendo playas blancas, como el algodón y aguas que pasaban de un color café oscuro a un rojo vino y luego al azul oscuro de las áreas más profundas del río, en las orillas se veía la transparencia del agua dejando ver el blanco de la arena de sus playas.

Nuestro tercer día, era el más esperado, subiríamos a los míticos Cerros de Mavecure. Remontamos el río Inírida, apreciando el cielo azul, el verde en diferentes tonalidades de la selva espesa que lo rodea y a lo lejos aquellos tepuyes imponentes que hacen que te lata un poco más rápido el corazón. Cuando llegas a sus pies, descubres su grandeza y belleza. Tomamos un breve descanso e iniciamos el ascenso al cerro Mavicure, el único que permite explorar su cima. Con la compañía del sol radiante, fue más difícil pero la recompensa que me esperaba arriba no la superaba nada. Al llegar, no solo ves ese río que parece una serpiente gigante y la inmensa llanura con esa espesa selva, también te llenas de una energía tan poderosa y bella que te dan ganas de llorar, allí arriba sientes respeto por la naturaleza y por la vida. Fue un momento sublime.

 

Al bajar nos dirigimos a un resguardo indígena: la comunidad del Venado. Nos abrieron la puerta de su casa y nos adoptaron por dos días. Su comida más que deliciosa, fue bastante auténtica. Personas que aunque no son muy “habladoras”, si que te hacen sentir en paz. Algo inesperado pasó esa tarde, fuimos retados a un “partidito” de fútbol, hombres contra mujeres, por supuesto aceptamos. Nada más bello e imborrable de este viaje fue poder compartir con estas personas un momento único, ver la sonrisa en sus caras y su emoción en cada jugada. Marcadores finales: mujeres 4 – 1 ganando obviamente las chicas de la comunidad y en el partido masculino 6 a 5 ganando, sorprendentemente, los visitantes. La nochevieja, la pasamos al lado del río Inírida, a la luz de la luna, el calor de una fogata acompañándonos hasta la media noche y las historias sobre los Cerros y su significado local: el mito de la Princesa Inírida. ¿Qué más podría pedir? Nada. Todo era perfecto.

Al siguiente día salimos temprano en búsquedas de las Toninas (delfines de agua dulce), tan pequeñas y fugaces que si las logras ver uno, serás un afortunado. Inspiran ternura y felicidad.

El último día fue un tiempo de historias, plantas ancestrales y artesanías en Inírida. Empecé conociendo uno de los lugares donde está la flor representativa del lugar: la flor de Inírida, exótica y bella que cambia sus colores de acuerdo a la temporada pluviométrica de la zona. Después visitamos la comunidad del Coco, a orillas del río, ellos son artesanos por naturaleza pero también contadores de historias de sus dioses, antepasados y mitología.

¡En definitiva, viajar a Guainía te llena de energía, paz y amor, no solo por la naturaleza sino por la calidez de su gente que respeta y vive sus costumbres, invitándote a salir de tu zona de confort para volver a sentirte vivo! Es uno de los destinos de esta otra Colombia que está lista para ser descubierta con respeto hacia la Madre Tierra y sus comunidades locales.

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