El renacer de los Montes de María - Primera parte

El renacer de los Montes de María - Primera parte

Aterricé en el aeropuerto Las Brujas, en Corozal. Solo el nombre del aeropuerto evocaba ya, las mil y una historias que tiene este rincón de Colombia por contarnos; todas envueltas en mitos, leyendas, tradiciones y saberes ancestrales de la unión de indígenas, blancos, negros y foráneos. Venía con el frío de Bogotá y me choqué con el calor tropical de la subregión de Montes de María, ese espacio geográfico entre los departamentos de Bolívar y Sucre, territorio agrícola, ganadero y, lastimosamente, con un pasado lleno de violencia.

Las montañas y veredas de Montes de María han sido escenario de masacres, desaparición forzada, pueblos arrasados y desplazamientos, sin duda, uno de los puntos de conflicto armado más grandes del país. Aun así, los montemarianos son sinónimo de resistencia y resiliencia que hoy, en tiempos de paz, están listos para mostrarnos las bellezas de su territorio y vencer el miedo que tienen ellos y los que nos estamos aventurando a visitarlos.

Mi primera parada fue Colosó, famoso por sus arroyos de frescas aguas que descienden de la serranía de Coraza, reserva forestal y hogar de cientos de especies del bosque seco tropical, ecosistema característico de los Montes de María. Para los viajeros menos aventureros estará bien visitar los pozos y manantiales donde pueden disfrutar de un baño en medio del calor sofocante; por mi parte preferí explorar un poco más, así que me encaminé al Salto del Sereno, una hermosa caída de agua de 20 metros de altura aproximadamente, que en medio del bosque, brinda un cuadro natural digno de admirar y disfrutar responsablemente. ¡De regreso al pueblo, quedé maravillado con las coloridas fachadas de madera, construcciones tradicionales que me recordaron que Macondo está en todo el Caribe colombiano! Y para cerrar con broche de oro nada estuvo mejor que el sabor de una Costeñita, una cerveza que la verdad solo he visto que venden acá en la Costa.

Pasé la noche en Sincelejo, la capital de Sucre, una ciudad que está entrando en el boom de los centros comerciales y edificios. En medio del caos de las motos, es posible darse una escapada para visitar la plaza de Majagual, insignia cultural de la ciudad, y el parque Santander con la hermosa catedral de San Francisco de Asís. Mi estadía en la ciudad también es la oportunidad para abastecerme de dinero en efectivo, medicinas y demás requerimientos personales, ya que en los pueblos de la zona generalmente no se aceptan pagos con tarjetas y los cajeros electrónicos, a veces, están fuera de servicio.

Al día siguiente, muy temprano, me encaminé hacia Toluviejo para encontrarme con los chicos de Ecorutas Montes de María, una asociación local que trabaja el emprendimiento y el desarrollo de la zona, incluyendo por supuesto, el turismo. Luego del encuentro nos fuimos a recorrer la ruta ecoturística de El Saltón, una iniciativa de campesinos locales para la generación de ingresos y protección del arroyo El Bobo. Nos recibe la señora Alicia con un tradicional desayuno de la región: suero costeño, yuca, queso y una refrescante limonada. Alicia es una sobreviviente de la época de violencia que azotó la vereda, la única que se quedó y resistió, es todo un privilegio conocerla, un símbolo de resiliencia, que hoy me recibe con una sonrisa. Junto a Ricardo, joven biólogo y guía, seguimos el recorrido bordeando el arroyo, parcelas de cultivo y apreciando enormes árboles de Caracolí, como guardianes de los pozos. Luego de poco más de una hora de caminata y de conocer la historia de cada pozo, me encuentro El Saltón, una caída de agua en medio del bosque que es el mejor regalo luego de la travesía. Al regreso pasamos por casa de la señora Adis para disfrutar de su famoso Sancocho de gallina campesina, y si, resultó ser una exquisitez.

De camino a Toluviejo hago una parada en La Piche, un corregimiento a unos 10 minutos del pueblo, conocido por la explotación y talla de piedra caliza y mármol. En el municipio (especialmente en este sector de la serranía de Coraza) hay varias cuevas y cavernas que durante años fueron hogar de indígenas zenúes y que hoy, son de interés para los mineros tradicionales que buscan mármol, cal y otros minerales presentes en dichos ecosistemas, pero que a su vez las destruyen. Justamente, ante esta situación, me he encontrado con Myriam, quién lidera el parque Roca Madre, un predio de más de 120 hectáreas que trabaja en la protección del bosque seco tropical y que ha logrado que una parte del área haya sido declarada Reserva Natural. Me recoge en el poblado y empezamos el ascenso en carro hasta la sede del parque, sobre una pequeña colina que da una vista perfecta de La Piche y que, en días despejados dice ella, se ve hasta el Golfo de Morrosquillo. El lugar inspira paz, pero se vive más la adrenalina. Una pequeña parte se ha adaptado para el desarrollo de actividades de aventura: rappel, escalada en roca, puente tibetano y espeleología, es ésta última la que más me llama la atención. Inicio una corta caminata de 20 minutos junto al guía, hasta llegar a una de las tres cavernas que hay en el parque, para vestir todos los elementos de seguridad y así iniciar la exploración. Mientras afuera hace un calor sofocante, en la caverna la temperatura desciende y genera otro clima. En medio de la oscuridad se escucha el sonido de los murciélagos, nos deslizamos por pasajes calcáreos y aprecio estalactitas y estalagmitas que se vienen formado hace cientos de años; cada paso hay que hacerlo con sumo cuidado para evitar daños irreversibles en el ecosistemas. Hay túneles y pasadizos para todos los gustos y niveles de dificultad, tú eliges de acuerdo a tu nivel de claustrofobia, pero sin duda es una experiencia que vale la pena.

De regreso a la sede del parque, converso con Myriam sobre los retos que tiene la protección del bosque seco en la zona, pues éste alberga especies maderables, fauna amenazada por la caza y el comercio ilegal como el famoso tití cabeciblanco. A propósito de éste tipo de bosque, según el Instituto Humboldt, de los 9 millones de hectáreas que antes había en toda Colombia, actualmente queda apenas un 8%, debido a actividades agropecuarias realizadas de forma irresponsable, la minería, la ganadería y las obras de infraestructura que han ido acabando con él. Sin duda, el trabajo de Roca Madre, algunos líderes de La Piche y la gente de Ecorutas Montes de María es admirable y de reconocer.

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Escrito por:

Christian Ruiz, equipo Awake

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