El renacer de los Montes de María - Segunda parte

El renacer de los Montes de María - Segunda parte

Luego de un merecido descanso en Sincelejo esa noche, mi siguiente parada en Montes de María fue San Jacinto, tierra de artesanos y músicos. De San Jacinto reconozco sus esplendidas hamacas y las tonadas de los Gaiteros de San Jacinto, agrupación que llenó de orgullo a Colombia cuando en 2007 ganaron el Grammy Latino por mejor Álbum Folclórico.

Me encuentro en el parque principal del pueblo con Edward, de Corpofodesco, organización local que trabaja por el desarrollo económico y social del municipio con iniciativas como el turismo. Acto seguimiento agarramos camino en un Jeep rumbo a la vereda Brasilar, a los pies del Cerro Maco, la montaña más alta de Montes de María. Es una travesía de hora y media por las colinas y montañas, donde se ven porciones de bosque y los estragos de la deforestación, la misma contra la que Eduardo, el campesino al que vamos a visitar en su finca, lucha junto a otros lugareños organizados en Asobrasilar. Donde termina la carretera iniciamos la caminata por trocha entre parcelas, atravesando pequeños riachuelos y cultivos de ñame, plátano, maíz, fríjol y aguacate. ¡Al llegar, Eduardo y su familia nos reciben con un refrescante vaso de limonada, hace mucho calor! En una choza de madera y techo de palma, él nos cuenta sobre el privilegio de vivir en el bosque de los mil colores, pero también de lo mucho que tuvo que vivir en tiempos de violencia. Su lucha ahora es por la protección del bosque y las semillas. Juntos a sus compañeros han conseguido semillas de 16 variedades de frijoles nativos, otras cuántas de maíz, ñames, verduras y hortalizas que ahora tienen germinando en sus viveros y que serán la producción que enviarán a prestigiosos restaurantes en Cartagena que ven en estos frutos de la tierra toda una exquisitez culinaria. Recorremos los cultivos y nos adentramos en medio de enormes árboles de Caracolí y Guayacán siguiendo un arroyo, el clima es otro bajo el sombrío de éstos gigantes.

El bosque seco tropical, me cuentan, tiene una particularidad, en verano o sequía sus árboles desprenden sus hojas y se llenan de flores de colores que luego se caen, así ahorran agua. Cuando la lluvia llega, esperan desnudos y empiezan a reverdecer con distintos colores. La caminata por el bosque sigue hasta encontrarnos con una hermosa caída de agua de más de 30 metros de altura. A lo lejos se oyen un par de guacamayas surcando el cielo, libres, como deben estar todas las aves. Cerramos la jornada con un almuerzo tradicional donde el plátano, el ñame y el sancocho de gallina no pueden faltar, no sin antes agradecer a Eduardo y su familia por su generosa hospitalidad.

De regreso a San Jacinto aprovecho para hacer una visita corta al Museo Comunitario, en pleno corazón del pueblo. Allí me recibe el popular Braco, reconocido gestor cultural encargado de éste espacio dedicado a la investigación, conservación y divulgación del patrimonio cultural de los Montes de María. El ingreso es gratuito y se puede observar muestras representativas de elementos arqueológicos de la cultura Zenú y Malibú, antiguos pobladores de la zona, así como toda una sala dedicada a la música de Gaita y la cultura sanjacintera. Si viajas con alguien amante de la artesanía, prepárate, en el Museo hay una pequeña tienda donde encontrarán joyería artesanal, tejidos y artículos tallados en madera, entre otros. Otra parada que no alcancé a hacer, pero que recomiendan mucho es la visita al Taller Escuela Museo Vivo Olivia Carmona, todo un universo entorno al arte del tejido en telar vertical.

Termino mi recorrido por San Jacinto y me voy a pasar la noche a San Juan Nepomuceno, mi última parada de mi aventura montemariana. Me reúno en el parque principal con Glenia, de Coopcolorados, emprendimiento local que fomenta el ecoturismo en la zona en alianza con Parques Nacionales. Resulta en territorio sanjuanero se ubica el Santuario de Flora y Fauna Los Colorados, justo al lado del pueblo, ese será mi destino en la mañana siguiente. Por ahora recorro las calles del pueblo que en un pasado fue epicentro comercial, su iglesia principal y algunas de sus fachadas recuerdan el esplendor de aquella bonanza. A la mañana siguiente me encuentro con uno de los guías de Coopcolorados y un funcionario de Parques para iniciar el recorrido por el área protegida. Estamos en plena temporada de sequía y desde temprano el calor se siente, por eso es mejor madrugar mucho. Durante el corto recorrido espero con ansías poder observar los monos aulladores o colorados, primates que dan nombre al parque. Lastimosamente los monos están en otra zona del parque y no los veo, pero me deleito apreciando guacharacas, tucanes y algunos loros, sin dejar de mencionar la belleza de las ceibas en medio del bosque. Al terminar el recorrido me encamino hacia Cartagena, agradeciendo la amabilidad de los sanjuaneros y a la vida por permitirme explorar otro rincón de ésta Colombia desconocida.

 

 

 

 

Escrito por:

Christian Ruiz, equipo Awake

Dejar comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *